Cuando me fui sumergiendo en la Improvisación Teatral empecé a ver hilos invisibles que conectaban diferentes puntos. Los hilos ya estaban, mi deseo eran los anteojos que me permitieron percibir lo invisible.
En ese momento tuve una fantasía que se traducía en una imagen que era dando un parlamento a un público de improvisadores/as y un público que no pertenecía a la comunidad de improvisadores/as. En esa imagen les daba la bienvenida a un evento cuyo objetivo era el de visibilizar esos hilos invisibles que unían distintos universos. Universos entre artistas, entre improvisadores/as de distintos lugares del país y del mundo, y entre personas de la comunidad de la improvisación y gente por fuera de ella.
La improvisación teatral es un camino que abre puertas hacia la actuación a personas que vienen de otros recorridos. Asimismo, potencia habilidades que nos demanda el mundo laboral actual y futuro de una manera sencilla y ágil.
Pasaron muchos años donde me iba a dormir con esa imagen, en un escenario dando un discurso, abriendo un evento, un espacio…un portal. No tenía nombre, ni forma. Sí tenía un lugar en mi deseo.
En el medio me puse a analizar por qué la impro es mi punto de capitoné. No tengo una respuesta concreta a esa pregunta, lo que puedo decir es que la impro me hizo relacionarme mejor con las personas, viajar, enamorarme y ser mamá. La impro me hizo entender que si quería que las cosas pasaran, tenía que sostener lugares y no romperlos desde el conflicto, un modus operandi que me había acompañado durante años.
Esa fantasía me llevó a crear, junto a 6 colegas improvisadoras maravillosas,
IMPROBA, un Festival de Improvisación de Buenos Aires sin precedentes.
Tres días con talleres, charlas y funciones de improvisación teatral con el objetivo
de crear un intercambio dentro de la comunidad de improvisadores
y con la comunidad en general, con perspectiva de género.